lunes, 12 de mayo de 2008

Evita el sacrificio y quiéreta a ti mismo

El verdadero amor no tiene que ver con sufrir o sacrificarse ni con intentar cambiar al otro. Quererse significa ser auténtico. Ser uno mismo y hacer que nuestras acciones y palabras coincidan con nuestros pensamientos a la hora de transmitírselos a los demás.

Una idea bastante difundida y no por ello menos tóxica es aquella que defiende que “la medida del querer es cuánto se está dispuesto a sacrificarse por los demás”.

Sacrificarse no es otra cosa que ir en contra de uno mismo; e ir deliberadamente en contra de uno mismo no es otra cosa que no quererse a sí mismo.

Debemos cuidarnos de aquellos que pretenden juzgarnos según sus propios estándares y decirnos qué es lo que sentimos. “Si no haces tal cosa que no me quieres”, suelen decir.
“Haz el favor de no decirme lo que yo siento. Yo te quiero, puede ser que no te guste mi modo de querer, pero eso es otra cuestión”, podríamos contestar.

Si determinado rasgo le resulta al otro insoportable, tendremos que pensar seriamente que el vínculo que tenemos puede que no sea sostenible. O aceptamos quién es el otro y pensamos cómo nos las arreglamos del mejor modo con eso o aceptamos que es vínculo no es posible.

No te sacrifiques por el otro, a la larga se deteriorará el vínculo que tienes con él y el que tienes contigo mismo. Si lo haces: por un lado si vas en contra de ti mismo te producirá resentimiento; y por otro, aunque retengamos al otro, lo hacemos en base a no ser auténticos.

El único modo de querer bien a los demás es quererse a uno mismo, alimentar los amores que te empujan a ser tú mismo y apartar la tentación de traicionarte para obtener el amor de otros.

No hay comentarios: