lunes, 14 de abril de 2008

Escuchando lo que necesitaba oir de mi mismo


Hoy no tengo absolutamente nada en lo que centrar la atención.

Me asusto: ¿no debería estar haciendo algo? En fin, si quiero inventar trabajo, no es necesario demasiado esfuerzo: siempre tenemos proyectos por realizar, bombillas que cambiar, hojas secas que barrer, ordenar libros, organizar los archivos en el ordenador, etcétera, pero, ¿y si encarara el vacío total?

Me pongo un gorro ropa térmica, un impermeable y salgo al jardín: así conseguiré resistir el frío durante las próximas cinco o seis horas. Me siento en el césped mojado y empiezo a enumerar mentalmente lo que me pasa por la cabeza:
a) Soy inútil. En este momento, todo el mundo está ocupado, trabajando intensamente.Respuesta: También yo trabajo intensamente, a veces doce horas al día. Hoy, por casualidad no tengo nada que hacer.
b) NO tengo amigos. Estoy aquí solo, soy uno de los más famosos escritores del mundo y no suena el teléfono.Respuesta: claro que tengo amigos, pero saben respetar mi necesidad de aislamiento cuando estoy en el viejo molino en St. Martin (Francia).
c) Tengo que salir a comprar pegamento.

Si, acabo de recordar que ayer faltaba pegamento. ¿Y si cogiera el coche y fuese a la ciudad más próxima? Y en ese pensamiento me detengo. ¿Por qué es tan difícil quedarse como estoy ahora, sin hacer nada?.

Una serie de pensamientos me pasa por la cabeza: amigos que se preocupan por cosas que aún no han sucedido, conocidos que saben ocupar cada minuto de su vida con tareas que parecen absurdas, conversaciones sin sentido, llamadas de teléfono para no decir nada importante. Jefes que inventan trabajo para justificar sus cargos, empleados que sienten miedo, porque no les han dado nada importante que hacer ese día y eso puede significar que han dejado de ser útiles, madres que se torturan porque sus hijos han salido, estudiantes que se torturan por los estudios, pruebas, exámenes.

Entablo una larga y difícil lucha conmigo mismo para no levantarme y acercarme a la papelería a comprar la cola que me hace falta. La angustia es inmensa, pero estoy decidido a quedarme aquí, sin hacer nada, por lo menos unas horas. Poco a poco, la ansiedad va cediendo el lugar a la contemplación y empiezo a escuchar a mi alma. Estaba loca por conversar conmigo, pero yo estaba ocupado.

El viento sigue soplando con mucha fuerza, sé que hace frío, llueve y mañana tal vez necesite comprar el pegamento. No estoy haciendo nada y estoy haciendo cosas importantes de la vida de un hombre; estoy escuchando lo que necesitaba oír de mi mismo.

Como el río que fluye. Paulo Coelho.

No hay comentarios: