miércoles, 9 de enero de 2008

Piensa en "mínimos" para tu hábitat.

La casa no debería ser causa de preocupación, de trabajo añadido, ni un lastre o fardo que transportar, sino el lugar donde "recargamos las pilas".

Los pequeños espacios que, si están correctamente dispuestos, hacen olvidar que son pequeños. Un pequeño rincón perfecto, un buen libro y una taza de té pueden proporcionar una satisfacción extrema.

Vivir con muy poco puede ser lo ideal, pero hay que sumergirse en un cierto estado de espíritu para habituarse: preferir el vacío a la opulencia, el silencio a la cacofonía, los elementos clásicos y duraderos a las modas. ¿Con qué finalidad?. La de reservarnos un espcio suficiente para movernos y eliminar los obstáculos que normalmente no percibimos de manera consciente, aunque estorben y contribuyan a transmitirnos una sensación de claustrofóbia.

Haz el experimento, aunque sólo sea durante una semana: retira de la vista todos los objetos decorativos. A lo mejor ese vacio te aportará algunas revelaciones.

Sonidos, colores, materiales, plantas, deben aportar sutiles vibraciones enriquecedoras. Nuestro entorno debe funcionar en armonía perfecta con las leyes del Universo. Para obtener esa consonacia con ellas, hay que observar y comprender los fundamentos de la vida y así aprenderemos a hacerles lugar de manera deliberada, dejando de nadar contracorriente.

"Vivir en el pasado, rodearse de recuerdos, es olvidar el presente y cerrarse las puertas al futuro".

El Arte de simplificar la vida. Dominique Loreau