El ayuno es una práctica utilizada desde la antigüedad por razones dietéticas y espirituales. No consiste en privar al cuerpo de elementos esenciales para la salud.
Después de un ayuno, el organismo necesita menos alimentación y se contenta con raciones más pequeñas. Notamos los huesos más fuertes y llenos de energía. Trabajamos con mayor entusiasmo y hasta los problemas nos parecen menos graves.
Todo sucede como si el cuerpo y el espíritu renunciasen a exigir, reclamar, desear, envidiar, codiciar… sentimientos todos ello que conducen a la negatividad.
Durante el ayuno, bebe, toma el sol, haz ejercicio y evita problemas. Prepara tu ayuno como un rito y disfruta anticipadamente de las alegrías y los beneficios que te proporcionará. Sin embargo, no sería beneficioso si os lo impusiéramos como una obligación, o si el motivo fuese otro sino el de tratar de perder peso.
Sus efectos consisten, ante todo, en recargar energías, purificar el organismo y mejorar el estado de ánimo.
Para ayunar, hay que prepararse psicológicamente. Como primer paso, ensaya tres o cuatro fines de semana al año esa especie de “limpieza general” del organismo.
Durante el ayuno beberás grandes cantidades de agua mineral, a fin de eliminar las toxinas procedentes de la combustión del tejido adiposo. El apetito irá desapareciendo progresivamente.
El Arte de simplificar la vida.
Dominique Loreau.
Suscribo, desde mi experiencia con los ayunos practicados, todo lo afirmado en esta entrada.
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